martes, 14 de agosto de 2012

LA TRIBU DE LAS BÚFALAS INVADE LA PLAYA

La Tribu de las Búfalas invade la playa


Érase una hermosa playa del litoral mediterraneo. Arena fina, agua cristalina y sol , mucho sol.

Algunos bañistas disfrutando y relajándose debajo de sus sombrillas. Otros tendidos al sol tostando sus cuerpos. Algunos veraneantes juegan despreocupados en el agua con multitud de artefactos de goma, pelotas, y colchones multicolores. Es temprano y no hay demasiada gente. El lugar se pone mucho más concurrido según va avanzando la mañana. Al mediodía ya no cabe un alfiler. No hay un hueco donde hincar el palo de la sombrilla. Los más rezagados se alejan buscando un rinconcito en otro lugar. Lo hacen resignados y educadamente sin molestar.


De pronto un grupo variopinto avanza por el paseo marítimo. Lo forman una enorme mujer de mediana edad acompañada de tres jóvenes veinte añeras en avanzado estado de gestación. Alrededor pululan varios niños pequeños supuestamente hijos de las jóvenes preñadas.


No hay un solo hueco, pero ellas avanzan entre las toallas pisándolas sin reparo y llenando de arena a sus dueños. Nadie protesta a pesar de las molestias que causan. Cuando algún reproche asoma a los labios de los sufridos bañistas es reprimido de inmediato cuando estos contemplan el enorme corpachón de la señora Búfala y sus retoños.


Nadie sabe cómo, pero clavan sus dos sombrillas en primera linea de playa, y aparcan sus enormes traseros en las tumbonas que portan haciéndose las dueñas del lugar en un plisplás. Los niños corren de aquí para allá molestando a todo el mundo. Cambian los pañales a los nenes arrojando los sucios al suelo sin el menor pudor. Beben latas de refrescos y numerosas botellas de agua. Se despatarran en la arena como barcos con las velas desplegadas, chillan, vociferan, molestan a todos. Ensucian el entorno y nadie dice ni pío.

Pasan dos mujeres de origen chino de las que dan masajes ilegales en nuestras playas. Las llaman y ajustan el precio. Una pequeña y escuálida chinita empieza a masajear el enorme corpachón de la matriarca. Sus pequeñas manos se pierden entre los pliegues y redondeces de la enorme mujer. Empieza a sudar, sus manos intentan abarcar toda la superficie posible. Se pierde entre aquella masa de grasa brillante y resbaladiza por el mejunje que le había untado previamente. La mujer china está pálida, no puede más.


La señora Búfala le insta a que profundice hacia el lugar donde supuestamente tiene las lumbares. Encuentra un enorme michelin que sobresale cómo un flotador. No puede más, está agotada. La obesa mujer le pide más, más. Le dice sin miramiento que le de más masaje o no le paga. La masajista continúa un poco más. Tiene las manos destrozadas. El sudor  cae de su frente.


Por fin la enorme criatura se da por satisfecha y la temblorosa chinita recibe su estipendio y abandona el lugar. A continuación la relajada bañista saca un enorme bocadillo de panceta y se lo zampa en un santiamén. Se levanta con la ayuda de dos de sus retoños y se yergue vacilante sobre sus piernas muy parecidas a dos sacos terreros. Dejan la playa llena de basura. Atraviesan el trayecto pisoteando todo lo que encuentran.

En el paseo, sus maridos las esperan con una enorme furgoneta cuyo claxon suena sin parar. Se estacionan en doble fila. Se saltan un semáforo en fase roja. Ponen la música por supuesto de "Los Chunguitos" a toda pastilla y se van con viento fresco. Un suspiro de alivio resuena en todo el entorno. Hay quien dice que se oyó hasta en Algeciras.


¿Adivinan ustedes a que etnia pertenecían nuestros protagonistas?. ¡¡Exacto!! a esa que están pensando.
La mujer china una vez recuperada, siguió dando masajes a los incautos que se prestaban a recibirlos. ¡¡Por cierto!! no se lavó las manos en toda la mañana. ¡¡ ASCAZO!!

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