El Rey que olvidó reinar, La Reina viajera, los Príncipes, y los Gnomos
Érase una vez un lejano Reino llamado Esperanza situado en los confines del mundo conocido.Estaba regido por un monarca, llamado Charles I que era venerado por sus súbditos a los cuales hizo la promesa de proteger y cuidar. El desgraciado Reino que durante muchos años había estado en manos de un cruel general que lo tuvo atemorizado y privado de libertades, recibió con alborozo a la muerte del tirano a su nuevo Regente.
Charles I era alto, rubio, simpático, y parecía justo y confiable. Cedió parte de su poder al Parlamento y a su Consejo de Ministros y propició nuevas Leyes y una Constitución para proteger a su pueblo de las ansias de poder y los desvaríos, en que pudieran incurrir sus gobernantes.
Por primera vez en muchos años los habitantes del Reino de Esperanza se sintieron hombres libres y ciudadanos de pleno derecho. Lo celebraron con infinidad de actos en los cuales todas las ideologías tuvieron cabida.
¡Que bonita es la Democracia! pensaban los incautos Esperancinos que, ahítos de gozo y libertad, obviaron la letra pequeña de aquellos acuerdos y pactos que, se hicieron entre las numerosas facciones para intentar contentar a todo el mundo. Se dividió el Reino en diecisiete territorios o Comunidades a los cuales se les cedieron progresivamente atribuciones y competencias. Algunos sabios del lugar quisieron advertir a la población de que aquello era una locura que a la larga seria muy difícil de sufragar.
No fueron escuchados por nadie; al contrario, fueron acusados de agoreros y de malas personas por gran parte de los ciudadanos. Cayeron en el olvido y el ostracismo y perdieron el favor Real. Durante un tiempo las cosas fueron bien, pero poco a poco los jefecillos locales de las distintas comunidades, fueron exigiendo cada vez más y más. Más competencias, más dinero, mas de todo.
El Rey desde su palacio acompañado de la Reina Andanzas y del las princesas Selene, Crista, y del heredero Philphil, transmitían una imagen de armonía y amor, difícilmente descriptible. De vez en cuando llegaba algún rumor de que el Rey siguiendo la costumbre de sus antecesores saltaba de cama en cama ignorando a su esposa que, cada vez pasaba más tiempo sola o viajando a los confines del mundo conocido.
Fuera verdad o mentira el caso es que cuando aparecían en publico su imagen era idílica y envidiada por los pobres mortales.
Los príncipes crecieron y se convirtieron en jóvenes casaderos. Todo el mundo daba por hecho que matrimoniarian con otros príncipes de los reinos vecinos.
Nada más lejos de su intención:
Selene sorprendió a los ciudadanos anunciando su compromiso con un larguirucho muchacho llamado Jememe, sin oficio ni beneficio, que ninguna familia de alta alcurnia hubiera considerado un buen partido.
No obstante la boda se celebró con toda la pompa y esplendor correspondiente a la hija de una rey.
Por un tiempo parecieron felices; nacieron dos hijos que hicieron las delicias de la plebe y todo parecía ir sobre ruedas.
Después fue la rubia princesa Christa quien ya algo talludita se enamoró de un rubio doncel de apolínea figura. El doncel de nombre Ñakiki era un diestro jugador de pelota que encantaba a la princesa. Fue de este modo mientras le entregaba un trofeo cuando sus corazones empezaron a latir al mismo ritmo.
Se casaron por todo lo alto como no podía ser menos. Pronto empezaron a venir niños al mundo para gozo de todos que creían ver en la pareja el paradigma de la belleza y la nobleza reunidas en sus esbeltas figuras.
En realidad el rubio y apuesto doncel era un Gnomo maligno de la peor especie camuflado en un bonito disfraz.
Se trataba del Gnomo Riñoncillos expulsado del bosque por su afán de rapiña.
Jememe el marido de la primogénita resultó ser otro Gnomo llamado Menudillos que había abandonado su bosque en busca de aventuras. No era malo en realidad; era bobo. Camuflado bajo su disfraz de humano consiguió la mano de la princesa y desde entonces se dedicó a cometer excentricidades que era lo que a él le gustaba.
Solo quedaba por casar el heredero. El muchacho muy mimado y consentido por su insatisfecha madre, estaba convencido de que podía hacer lo que le viniera en gana. Después de algunos sonados romances con varias hermosas e inadecuadas jóvenes, se enamoró de una muchacha del pueblo llano con fama de ambiciosa y arribista.
Casose con ella en contra de la opinión de muchos de los ciudadanos que no la consideraron adecuada por su falta de preparación y pedigrí.
La nueva princesa cuando se vio en tan privilegiado lugar se dedicó a mejorar su belleza con multitud de retoques y potingues a cual más caro. Su vestuario cambiaba a cada momento en un excentrico derroche que asustaba al pueblo llano ¿De donde salia tanto dinero? Se preguntaban.
Al cabo de unos años costaba trabajo reconocerla de tan cambiada que estaba.
En realidad ella era la Gnoma Asadurilla que enamoró al príncipe con su disfraz de humana.
¡Y aquí tenemos a los tres hijos del Rey casados con tres Gnomos ambiciosos y dispuestos a todo!
Mientras tanto el Rey olvidados sus juramentos y deberes se dedicaba a acumular dinero y amantes en una especie de competición a todas luces desmesurada. La Reina olvidando los deberes que como soberana tenia para con su pueblo hacía ostentacion de su lejanía con su esposo, y con el pueblo al que parecía detestar, obviando sus costumbres y peculiaridades. En realidad solo aparecía junto al Rey en los actos estrictamente oficiales que por protocolo requerían su presencia.
El desgraciado Reino mientras tanto, era gobernado por unos ambiciosos personajillos más preocupados por sus propios intereses que del bien común.
A unos infames y ambiciosos gobernantes les seguían otros con idénticas pretensiones. Ellos decían hacer todo por, y para el pueblo, pero la realidad era que solo pretendían enriquecerse y enriquecer a sus allegados.
Así poco a poco el Reino se fue empobreciendo mientras los gobernantes robaban a manos llenas. El paro y la pobreza hizo mella en sus habitantes que vieron con estupor, como eran expulsados de sus trabajos, perdían sus casas y pasaban hambre y necesidades, mientras sus dirigentes nadaban en la abundancia haciendo ostentación de lujos, y derroches sin cuento.
El Rey que debería haber dado ejemplo a sus súbditos, olvidó sus deberes e ignoró el sufrimiento de su pueblo despedazado en diecisiete mini -reinos que solo pretendían ser cada día más poderosos.
Cuando el dinero se les acabó, a los malos gobernantes, solo se les ocurrió subir los impuestos y recortar todo lo posible derechos básicos como; educación y sanidad, dejando al pueblo hundido en el más completo abandono.
Mientras tanto el Rey aislado de la realidad de su pueblo por una camarilla de cortesanos aduladores, hacía como que no pasaba nada, volviendo descaradamente la mirada en otra dirección.
El gnomo Riñoncillos y la princesa Christa fueron pillados in-fraganti llevándose el dinero público a manos llenas con los más artificiosos métodos, y amparados en la impunidad que da saberse por encima del bien y del mal. La indigna princesa en vez de cumplir con su deber se convirtió en cómplice y colaboradora necesaria de su indigno esposo, rebajándose hasta el nivel de una vulgar landronzuela.
El Rey en vez de tomar medidas ejemplarizantes contra su indigna hija y el rufián de su yerno, emprendió una campaña de rehabilitación del despreciable individuo, y le volvió a recibir en su palacio como si nada hubiera pasado.
La que esto les relata harta de aguantar las mentiras e indignidades de la familia real, escapó una oscura noche al bosque más próximo, y se alejó de aquel desgraciado País donde la casta dirigente es tan indigna, para dar fe de su indignidad, y evitarse el dolor de ver el sufrimiento de sus vecinos. Allá atrás quedó el hermoso Reino de Eperanza sumido en la oscuridad, la miseria, y la corrupción, mientras es arruinado y traicionado por aquellos mentirosos y embusteros que juraron defender sus Leyes y su Constitución.
FIN