María se había quedado viuda recientemente. Su marido Emilio murió después de una larga y penosa enfermedad.
El pobre hombre falleció de una cirrosis, con el hígado destrozado por
la bebida. Su matrimonio había sido un calvario por este motivo y las
consecuencias derivadas de su alcoholismo.
Habían
tenido dos hijos, pero María seguía sintiéndose virgen después de parir
dos veces, pues jamás había gozado en sus relaciones íntimas, con su
casi siempre beodo marido.
La
pobre no sabía lo que era un buen orgasmo y ésta ignorancia la
martirizaba. Ella oía a sus amigas contar sus experiencias amatorias y en su fuero interno sentía
una sana envidia. Poco a poco se le fue fijando la idea, que se
convirtió en obsesión y en una necesidad imperiosa de experimentar este
sano gozo. Su marido y ella hacía varios años que no mantenían
relaciones íntimas, más que nada por la impotencia de él a causa de su
alcoholismo. Ella lo llevaba con resignación y como estaba educada a la
antigua usanza, jamás se le pasó por la cabeza ponerle los cuernos.
Fue
al morir Emilio y descubrir que el hombre tenia contratado un seguro de
vida a repartir entre ella y sus hijos, que se vio con una pequeña
fortuna, y esta circunstancia hizo que le entraran unas prisas locas por
cambiar su vida de forma radical.
Repartió
el dinero con sus hijos de la forma que su difunto esposo estipuló, y
ni corta ni perezosa se cambio el aburrido aspecto de ama de casa de
toda la vida, acortando su falda, tiñendo el color de su pelo de un
rubio platino, y contratando un viaje de quince días a la República
Dominicana en un lujoso hotel de Punta Cana.
Nada
más llegar al hotelazo, el recepcionista que la atendió, le tiró los
tejos de una manera educada pero que no dejaba lugar a las dudas. Esa
noche después de disfrutar de una espectacular cena y por indicación del
personal del hotel, se dirigió a la sala de fiestas del complejo a
disfrutar del caliente espectáculo anunciado. Allí se encontró con otras
señoras de edades similares a la suya que cuando la oyeron hablar, se
acercaron a presentarse. Todas eran de la misma procedencia y sus
circunstancias personales parecidas.
Algunas
ya se conocían entre si de otros viajes y ya eran expertas en la forma
de actuar ¡las muy tunantes!. Entre risas pusieron la nota picante
cuando relataban las hazañas sexuales de los guapos mulatos que
trabajaban en los hoteles de la zona, y que alegraban el cuerpo de las
turistas.
Cuando
vieron la cara de pardilla de María y su inexperiencia, la más lanzada
de todas, apodada la "Fiera", (pueden imaginar por qué), la cogió bajo
su protección y le presento a uno de los bailarines; un joven de unos
treinta años que tenia un cuerpazo espectacular.
Cuando
terminó el espectáculo el galán cogió a María de la mano y se la llevo a
la playa, un hermoso y paradisíaco lugar donde sobre la arena y sin más
preámbulos le hizo el amor toda la noche.
María
experimentó en unas horas todos los gozos que un buen amante puede
proporcionar, y quedó definitivamente prendada de su joven amante.
Repitieron los encuentros a diario con un alborozado deleite por parte
de la ilusionada María que ya consideraba al chulazo como el hombre de
su vida.
Ni siquiera cuando éste empezó a pedirle algo de dinero y sugerirle que le comprara regalos y caprichos, la enamorada mujer sospechó que el "enamorado" se sacaba un sobresueldo haciendo creer a las huéspedes del establecimiento,(ansiosas de amor y sexo), que las encontraban arrebatadoras e irresistibles.
Ni siquiera cuando éste empezó a pedirle algo de dinero y sugerirle que le comprara regalos y caprichos, la enamorada mujer sospechó que el "enamorado" se sacaba un sobresueldo haciendo creer a las huéspedes del establecimiento,(ansiosas de amor y sexo), que las encontraban arrebatadoras e irresistibles.
La
mentalidad de María sin dobleces en ningún momento le hizo sospechar
que "aquello no era amor"y confiada y generosa, empezó a gastar dinero a
manos llenas llevando a su amante a los mejores restaurantes y
haciéndole gran cantidad de regalos.
Cuando sus vacaciones llegaban a su fin prolongó su estancia en el hotel por otros quince días y siguió gozando y retozando con su incansable amante.
Pasó un largo mes entre palmeras, playas de ensueño, encuentros sexuales y vida de millonaria.
Volvió a su casa como en una nube. Sus hijos se quedaron asombrados del aspecto feliz y relajado de su madura madre. ¡parecia una chiquilla!, todo el día canturreando y evocando los placeres vividos. Llamaba a su amante diariamente, con una regularidad enfermiza que no auguraba nada bueno. La ilusa le exigía fidelidad con insistencia, y él, al otro lado del mundo, se la prometía mecánicamente. Algo debió notar la mujer, porque ni corta ni perezosa, se organizó otro mesecillo de vacaciones, ante los asombrados e incrédulos ojos de sus adolescentes hijos.
María estuvo yendo y viniendo, con regularidad durante dos años seguidos en los cuales gozó como nunca lo había hecho, y se gasto su pequeña fortuna con una asombrosa facilidad. Su amante fue agasajado con caros regalos, que hicieron creer al mozo que María era multimillonaria. Cuando se quedó sin dinero pidió un préstamo al banco a un interés muy alto. Lo gastó en un par de meses. Vendió una colección de sellos heredada de su difunto marido. Fundió el dinero conseguido en un periquete y de pronto se encontró sin dinero y sin amante, pues el chulazo cuando se dio cuenta de que ya no había dinero que gastar, no tardó en echarle el ojo a otra huésped del hotel para que le siguiera agasajando con regalos y buena vida.
Y aquí terminan las aventuras sentimentales de una incauta mujer, a la cual le duró el amor lo que le duró el dinero.
Ahora trabaja duro para pagar sus deudas y añora aquellos tiempos felices en los cuales se sintió la mujer más hermosa del mundo.
Ahora trabaja duro para pagar sus deudas y añora aquellos tiempos felices en los cuales se sintió la mujer más hermosa del mundo.
FIN