IM
MEMORIAM DE FRANCISCO MOLINA OLMOS
“Te perdiste los olores
de tu pueblo en el verano
de los trigos en las eras
de los mirtos y los nardos…”
de tu pueblo en el verano
de los trigos en las eras
de los mirtos y los nardos…”
─Mándame ropa de abrigo Juan, que no puedo soportar el frío
que hace. Esta frase iba incluida en la última, y escueta misiva, que, Francisco Molina Olmos, vecino de Olivares de Moclín, prisionero en el
campo nazi de Gusen, envió a su
hermano Juan, refugiado político residente
en Francia. (Ambos habían combatido en
el Ejército Republicano durante la guerra civil).
─ Juan, reunió
sus escasos ahorros y le compró un jersey de gruesa lana, varios pares de
calcetines, y le envió un paquete a través de Cruz Roja para que lo recibiera en Navidad. También le mandó
algunos alimentos, pues estaba al tanto del hambre que padecían, y de las
terribles condiciones de vida que tenían que soportar.
Ya
cayeron las hojas de los árboles
Como
cada otoño desde siempre
Y
las nieves con toda su crudeza
Se
hicieron perpetuas, omnipresentes
─Pero Francisco
nunca recibió el paquete, porque unos días antes de la Navidad de 1941, fue
trasladado al campo principal; Mauthausen.
─ Francisco no
sospechaba que este traslado, iba a suponer un calvario mucho peor que el sufrido
en Gusen, pero pronto pudo comprobar
que, sus padecimientos, no habían hecho más que empezar.
─ Hacinados en barracones infectos, sin ropa de abrigo, sin
comida, y con unas temperaturas de varios grados bajo cero, los prisioneros se
arrebujaban unos con otros, en un infructuoso intento de darse calor.
─ ¿Pero qué calor podían darse unos cuerpos famélicos y
enfermos?
─ La noche pasaba lentamente, entre tiritonas, y llantos
ahogados. De madrugaba, los nazis, y guardianes, aparecían para increparles, vejarles,
humillarles, y llevarles al trabajo. Subir más de cien escalones cargados con
una enorme piedra en sus espaldas, bajar, subir, volver a bajar… y así, durante
todo el día.
─ Francisco está débil y su escuálido cuerpo,
no puede aguantar el ímprobo esfuerzo: se desploma y cae; un vigilante le da un culetazo con su fusil,
intenta levantarse y vuelve a caer. Otro prisionero le ayuda y consigue llegar arriba
una vez más.
─ ¡Aguanta chaval, aguanta!… o estos te matarán si te ven
enfermo─ le susurra apremiante.
-Francisco, se ha
hecho un hombre entre trincheras y cañonazos, luchando desde los 19 años, cuando
apenas era un niño, sabe de padecimientos y privaciones, de vivir en peligro, pero
esta barbarie actual, apenas la puede soportar. Piensa que es un mal sueño, una
pesadilla, que pronto terminará, y podrá volver a su pueblo, a sus Olivares. Quizá aquella chica que tanto
le gustaba, aún esté esperándole… quizá…
-Aguanta unos pocos días más, sin perder la esperanza,
sacando fuerzas de su férrea voluntad, y de su noble carácter. Pasa hambre y se
pregunta, por qué, su hermano, no le manda paquetes como antes. Ni siquiera se puede imaginar la desesperación
de Juan, cuando Cruz Roja le devuelve el último envío por no haber encontrado al
destinatario.
- El tiempo se acaba para Francisco. El día trece de Enero de 1942 cumplió 25 años, pero
apenas fue consciente de ello. Tose mucho, tiene un fuerte dolor en el pecho
que apenas le deja respirar. Está tan débil y enfermo que, al día siguiente, no
puede levantarse para ir a trabajar; la fiebre le consume. A las tres y media
de la tarde, le van a buscar. Francisco cree que le llevan a la enfermería,
pero no; le trasladan con otros prisioneros, a lo que ellos creían eran las
duchas.
-¡Por fin nos vamos a poder duchar! piensa gozoso. Quizá con
el agua calentita se me pase este catarro – exclama esperanzado.
-Entran en el recinto y las puertas se cierran. De arriba,
del techo, no cae agua caliente, sino gas venenoso. Francisco se retuerce entre estertores agónicos, intentando salir
de allí, pero no puede; gritan, arañan las paredes y las puertas, pero todo es
inútil y en pocos minutos, todo ha acabado.
─ Fuera, sus verdugos, fuman, ríen, y bromean, como si no pasara
nada. Después de un tiempo prudencial, se abren las compuertas, y la montaña de
cuerpos retorcidos, es cargada sin miramientos en pequeños carromatos, y trasladada
a los hornos crematorios, para reducirles a cenizas, y tratar de borrar toda
huella del asesinato.
─ Cuando el campo fue liberado por los aliados, un sacerdote
que había sido compañero de Francisco
en el campo y sobrevivió, busco a Juan
en Francia, y le relató la terrible suerte de su hermano. En sus manos portaba
una pequeña urna de latón, con cenizas de los hornos crematorios. Juan perdió
el conocimiento cuando supo la noticia y estuvo varios meses enfermo con una
grave depresión. Jamás pudo hablar de su hermano sin que las lágrimas acudieran
a sus ojos como torrentes desbocados, al igual que sus padres, y el resto de
sus hermanos.
─ Amigos, esta es la triste y dramática historia de un Garduño, que tuvo muy mala suerte. Yo,
su sobrina, me he propuesto que la memoria de Francisco Molina Olmos, no caiga en el olvido, a pesar de la miserable
actitud del Alcalde de Moclín, el
cual se ha negado tan siquiera, a considerar rendirle un homenaje. Mi tío es el
único vecino del municipio de Moclín,
que tuvo una muerte tan horrible, pero a este hombre, no deben parecerle
demasiados méritos. Moclín debe ser el
único municipio de España, que se ha negado a honrar la memoria de uno de sus
vecinos, mártir del Holocausto. ¡¡Vergüenza y deshonor para el
Consistorio que permite semejante felonía e injusticia!!
Yo publicaré reseñas en su honor siempre que
la ocasión lo requiera, y espero que, a los políticos municipales, se les caiga
la cara de vergüenza, si es que la tienen ¡Claro!
Hoy día 14/01/2015
hace 73 años de su asesinato, y en mi recuerdo, y en el de mi familia, ÉL, siempre
está presente.
Un muchacho
de andares vacilantes
Avanza entre
las nieves con esfuerzo
Catorce horas
de trabajo le esperaban
Como cada
día, desde hacía tanto tiempo.
¿Dónde se
esconden las aves en invierno?
Aquellas que
me alegraban con sus trinos
Aquellas que
me daban esperanzas
De justicia,
pan, y otros destinos
¡Basura! me
llaman los soldados
¡Miserable! sin
pueblo y sin derechos
Francisco
Molina Olmos me llamo
Y soy un hombre,
un soldado, y no un desecho
Yo no soy un
paria sin arraigos
Yo soy de
los Molinas de mi pueblo
De mi pueblo
lejano y añorado
De mi clara
y ardiente Andalucía
Y en mi casa
me esperan con amor
Añorándome con
ansia noche y día
Soldado en
una guerra fratricida
De esa
España tan lejana y tan ingrata
Que abandona
y olvida a sus soldados.
Y les niega
el honor y las medallas.
Dedicada con amor a mi tío, no
por ausente, menos querido.
DESCANSA EN PAZ.
Ana Molina: 14/01/2015